sábado, 4 de septiembre de 2010

A TRILLAR: EL DURO TRABAJO DEL VERANO
Entre las muchas acepciones de la palabra “era” el DRAE anota: “Espacio de tierra limpia y firme, algunas veces empedrado (en nuestro caso siempre cubierto de hierba corta), donde se trilla la mies. Y ¿trillar? El mismo DRAE dice: “Quebrantar la mies tendida en la era, y separar el grano de la paja”.
Esa época de verano en que se trillaba la mies, tenía su encanto para unos y duro trabajo para todos. Había que levantarse temprano para acarrear de las tierras la mies, si es que no se había hecho la tarde anterior.
La faena comenzaba pronto y, la mies extendida con maestría por los agricultores, empezaba a sentir el peso cortante de los trillos que, arrastrados por los animales, iban quebrantando las pajas poco a poco. La mañana terminaba cuando algún bien intencionado hacía sonar las campanas para el rezo del Angelus. Los animales, sin soltarlos del yugo, eran llevados a la sombra de algún portal donde descansaban por muy poco tiempo.
A media tarde se iniciaba el trabajo de aparvar la mies molida. Para mí era un momento no muy agradable. A mi padre no le gustaban los juegos de los muchachos subiéndose al aparvadero. En la trilla de mi padre sólo estaba yo ayudando en la faena de aparvar. Lo del juego sería en la era del amigo.
Como algo típico e inolvidable, hay que recordar la forma cómo se atendía a las naturales necesidades biológicas de los animales. Todos tenían a bordo del trillo el recipiente adecuado, menos el “tio panadero” que siempre, medio dormido, medio distraído, lo recibía en la mano con guantes de paja…
Y amontonada artísticamente la paja mezclada con el trigo, terminaba la agotadora jornada cada día, para comenzarla de nuevo al día siguiente…y así por espacio de casi un mes.
Lo de “limpiar” o beldar el trigo utilizando los bieldos, y las horcas, era un momento que me gustaba muchísimo. Era un placer ver cómo iba apareciendo el grano de trigo que tanto esfuerzo había costado desde que lo sembraron hasta que ahora se podía llevar a la casa con gozo, y que serviría para el sustento de la familia. Lo de acarrear los costales de trigo al desván o sombrado(sobrado) como decían en mi casa, no me lo perdía nunca.
Pero siempre me quedó una expresión interna de enojo, de rebeldía y les cuento el porqué. En el pueblo había las eras de abajo, donde trillaban unos dos o tres vecinos dueños de su terreno. Había las eras de arriba utilizadas también por sus propietarios. Por fin, las eras del alto. Estas eran terreno común del pueblo y cada año se sorteaba un espacio para hacer la cosecha. Lo raro es que en el sorteo entraban todos los vecinos y, algunos de los que tenían la propia, utilizaban la suerte para trillar lo que no querían hacer en la suya. Repito, nunca acepté esa situación, especialmente cuando a mi padre le tocaba en la ladera, lugar terrible para realizar el trabajo.
Cuando mi padre pudo utilizar nuestra era propia, allí por el camino de Velilla, fue un encanto. La trilla se molía más temprano y el trabajo de los animales era mucho menor. Nunca supe que mi padre tomara en cuenta el sorteo después de esto.
¿Recuerdan este vocabulario? El trillo, el carro, los picos, las mallas, el sobeo, las cornales, el yugo, los bieldos, las horcas de hierro o de madera, la pala, los garios, la criba, el aparvadero y las parvas de trigo….¡Qué parvas tan grandes las de algunos vecinos! Bueno, eran los ricos del pueblo.

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