viernes, 13 de agosto de 2010


El roble de Pedro
En tiempos no muy remotos, el monte Tamborisco o Tamorisco, incluso la zona de Valdezalces, eran espacios totalmene cubiertos de robles, encinas, rebollos, etc. La “civilización”lo fue invadiendo, poco a poco, de tal manera que las parcelas agrícolas ganaron terreno al monte. ¿Quién no hablaba de la “suerte” que le había tocado en la Cota? Y claro, había que ir a cavar mata con la finalidad de sembrarla cuanto antes de trigo.
Recuerdo que en Tamorisco había muchos robles gordos, muy gordos. Pero también recuerdo que, además de la distribución equitativa que se hacía cada año de leña entre los vecinos para calentar la casa en invierno y cocinar todo el año, también, por la fiesta de San Pelayo, las autoridades concedían a los mozos un par de carros de leña para solucionar sus problemas económicos relacionados con la organización de la fiesta.
Y de esta manera, las faldas de Tamorisco fueron quedando peladas, casi desérticas. La civilización tiene sus cosas positivas pero también ha destrozado demasiado nuestro Planeta.
Pero todavía quedan unos pocos, muy pocos ejemplares de aquellos robustos y hermosos robles. Si no los has visto de cerca, te invito a dar un paseo subiendo al cerro por Valdezalces.
Allí hay un roble al que todos conocen como el roble de Pedro. No hace falta decir quién fue Pedro, personaje muy popular por su forma de ser y por el oficio que tenía. Su “oficina” era el lugar de encuentro de abuelos, mozos, chiquillos y hasta señoras, porque Dionisia también era la amiga de todas. ¡Cómo le gustaban las ciruelas todavía verdes a Pedro!
Pues resulta que Pedro no quiso cortar el roble que le tocó. Ya no lo necesitaba y tampoco quería seguir destrozando el monte y el paisaje. Y ahí quedó para recuerdo y memoria de quien, a su estilo, protegió a la naturaleza de nuestro pueblo. Ojalá no se le ocurra a nadie tocar esas bellezas.

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