La escuela
de mi pueblo (I)
Don Aureliano, si no estoy equivocado, era el maestro del pueblo. Tenía fama de muy duro y de utilizar el castigo físico de forma regular. Se contaban historias muy feas. La realidad es que yo nunca vi ninguna escena de castigo físico. Los mayores de la escuela se llevaban muy bien con él y corrían al frontón, cada recreo, para jugar pelota en su compañía. También era cierto que los jóvenes del pueblo recibían clases en las noches en forma gratuita, claro está.
Don Aureliano me enseñó a leer y
a escribir. Eso es mucho decir y de no olvidar. Pero mi primer día de escuela
fue angustioso por decir lo menos. El salón tenía una sola puerta en la parte
de atrás. Por dentro, el carpintero le puso dos listones cruzados que, para mí,
significaron, en los primeros momentos, que estaba preso, encerrado, trancado….
Lloré mucho, lo recuerdo bien. Pero sólo el primer día. Porque ir a la escuela
era el ritual por el que pasabas a pertenecer al grupo de chiguitos del pueblo. A partir de ese día, las tardes ya eran más
libres para hacer de todo.
Un día a la semana, no recuerdo
cuál, con brazo levantado y mirando a la bandera, cantábamos una canción que me
gustaba: “¡Salve, bandera, de mi patria, salve! También aprendíamos aquella
otra que decía “Cara al sol con la camisa nueva….” Eran los tiempos.
Don Aureliano se fue. Y en un par
de años pasaron por la escuela un buen número de maestras jóvenes y guapas. Las
queríamos mucho porque ellas también se hacían querer. Las esperábamos en el
camino a Villeza cuando llegaban en el coche de línea. En general se portaron muy bien y creo ponían
en práctica la pedagogía recién aprendida en la Normal. Hubo una de ellas, que
dibuja y pintaba maravillosamente. Recuerdo las láminas de cada domingo que nos traía el taco, con las
llenaba el pizarrón grande.
Esto no se me olvida. Una de
ellas, lástima de la memoria de pájaro, se ausentó un tiempo. La reemplazó un
mozo del pueblo que pasaba en Madrid, creo. Me refiero a Isaac Pacho. Su estilo
de enseñanza nos sorprendió a todos. Hablaba de puntos ganados, de premios a
los que más se esforzaban…y qué buen trato. Luego supe que había sido Marista
en su juventud…
Pero Isaac también cayó en la
equivocación de la maestra y, junto con mi compañero y amigo, Máximo Pacho, nos
bebimos una copa, bueno, mejor es decir probamos una copa de aceite en vez de
licor. ¿Qué pasó? La maestra había cumplido años y una chiquilla residente en
Madrid y que pasaba una temporada en el pueblo, organizó un pequeño agasajo a
la profesora. Claro, había que contribuir con una cuota que mi padre no me
proporcionó porque no tenía dinero para cosas así. Tampoco Máximo pudo cumplir
con aquella decisión…..
Pero no se me olvida el detalle
de la profesora que no soportó la ausencia de dos alumnos y que, seguramente,
comprendió el motivo. Nos llevó a la casa a los tres y nos invitó a unas
galletas y a una copa de licor. La pobre se equivocó de botella y las llenó de
aceite. Ni mi compañero ni yo, nos atrevimos a decir nada. Fue Isaac quien,
nada más tocar sus labios el líquido, se lo hizo notar de una forma agradable y
risueña. Pobre maestra. No sabía cómo disculparse. Por supuesto que nos la
cambió por el verdadero licor. Ese detalle de llamarnos no se me olvida. En la
maestra había una persona de verdad y no
podía dejar en el olvido a ninguno de sus alumnos.
Los recuerdos, hasta este
momento, son agradables. Me iba bien en la escuela. Todos éramos amigos. Como
era mixta, el trato con las chicas era bueno y normal. Con el tiempo se comenzó
a jugar a mayores y se hablaba hasta de novias… ¡Qué goce!
Había en la escuela un juego de
libros de lectura cuyos caracteres estaban impresos como en letra manuscrita.
Me encantaba cuando nos llevaban, alrededor de la gran mesa de la maestra, a
practicar la lectura a los que ya podíamos hacerlo con soltura. ¡Qué historias
tan interesantes!
También tenía la escuela una
serie de cartelones que representaban la Historia Sagrada. Estaban, si mal no
recuerdo, colgados de las paredes. En ellos, una veces guiados otras
personalmente, repasábamos la historia graficada y resumida que podemos encontrar en la
Biblia.
Los recuerdos son muchos, pero no
quiero cansar. Seguiré en otro momento.
Mucho te has hecho de rogar con este último, sabes que los espero como agua de mayo. Ya estoy ansioso por leer la segunda parte.
ResponderEliminarUn abrazo.