15
de agosto: La Asunción
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En la época de
estudiante, en Carrión de los Condes, la celebración era por todo lo alto. Es
la fiesta patronal del Instituto Marista. Y que era fiesta grande, se notaba en
la misa y en la mesa. Y por ser el día señalado, desde hace tantos años, en que
se abría la veda de la codorniz, ahí estábamos correteando a las crías por los
rastrojos linderos a la carretera de Carrión a Villoldo. No era lo más
importante volver con algún ejemplar, lo interesante era correr tras las
codornices que, asustadas por el ruido, levantaban vuelo a cada paso.
Y en este punto,
mucha pena me ha dado cuando he coincidido en visita de la familia, ver
abandonados perros que ya no sirven para sus dueños, para esos cazadores que
llegaron llenos de municiones en plan de divertimento y que regresan con muy
poca caza debido no tanto a su falta de pericia cuanto a que ya casi no queda
en el campo esa hermosa clase de aves.
Hace un año, los
recuerdos, los buenos recuerdos como marista, renacieron en Manziana, Italia,
donde tuve la suerte de compartir durante dos meses con hermanos de la tercera
edad. La fiesta fue grande en todo sentido; se unieron a nosotros los hermanos
residentes en la casa general y, en familia, festejamos a La Buena Madre en su
advocación de la Asunción.
Teníamos en
Carrión tres libros de cantos: “el español”, con tapas color teja; “el mejicano”,
color negro y más pequeño y el “laudate” de pastas verdes y con todos los
motetes en latín. Del “español” recuerdo muchas canciones señaladas para los
diferentes tiempos litúrgicos. Había unos villancicos hermosos de verdad. Pero
para este día, 15 de agosto, Nuestra Señora de la Asunción, había una canción,
un poema, con un ritmo y contenido orante que no he podido olvidar nunca. De
vez en cuando me viene, especialmente en este mes, aquella melodía y la canto
para mis adentros con el mismo sentimiento y emoción de los años chicos y no tan
chicos. Dice así en la primera parte: Blanca paloma que subes / de paz dulce
mensajera / cruzando la azul esfera / para llegar hasta Dios. / No nos dejes en
el valle / que es todo llanto y tristura. / Duélate nuestra amargura / Madre,
llévanos en pos.
Y en esta región
del sur del Ecuador, en donde me encuentro, el 15 de agosto es día grande para
todos los fieles devotos de la Virgen con la advocación de Nuestra Señora del
Cisne. Hermoso santuario enclavado en lo alto de la cordillera y a donde llegan
devotos de todo el país, incluso de Colombia y Perú. Desde mañana comenzará la
peregrinación de la imagen seguida de los devotos, su camino hasta Loja, en
tres etapas. El 20, cuando peregrinen desde Catamayo a Loja, unos 30
kilómetros, la multitud impresiona. Es la fe sencilla de mucha gente de la que
no falta quien se mofe en estos tiempos
que vivimos.
Al cielo vais,
Señora, /y allá os reciben con alegre canto. / ¡Oh quién pudiera ahora /asirse
a vuestro manto / para subir con vos al
monte santo!
Volved los blandos
ojos, / ave preciosa, sola humilde y nueva, / a este valle de abrojos, / que
tales flores lleva, / do suspirando están los hijos de Eva. (Himno de las segundas
vísperas de la fiesta)